¡Arriba el ancla! ¡Se va el vapor!
El marinero canta entre dientes.
Se hunde en el agua trémula el sol.
¡Adiós! ¡Adiós!
Sola, llorando sobre las olas,
mira que vuela la embarcación.
Aún me hace señas con el pañuelo
desde la piedra donde quedó.
¡Adiós! ¡Adiós!
Vistió de negro la niña hermosa.
¡Las despedidas tan tristes son!
Llevaba suelta la cabellera
y en las pupilas llanto y amor.
¡Adiós! ¡Adiós!
Rubén Darío.
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