domingo, 21 de junio de 2009

Ecce Homo

A Francisco Antonio Gavidia

Siempre la misma aurora por oriente,
hoy como ayer y como ayer mañana;
siempre bañada en luz la blanca frente,
las mismas perlas y la misma grana.
Señor, ¿habrá mujer más indolente?

El cielo siempre azul, el mar sonante,
en el bosque cantando Filomena.
¡Oh qué fastidio, pesia tal! ¡qué pena!
Natura, ya te has vuelto repugnante.
¡Eh! baja ese telón; cambia de escena.

Ya estamos aburridos
de mirar tanta flor y tanta nube.
Los pájaros aturden en los nidos,
y los céfiros mal entretenidos
no cesan de jugar al baja y sube
y al pasa y vuelve. Son unos perdidos.

No podemos mirar con tanta flema
esas evoluciones
que llaman estaciones:
son variaciones sobre el mismo tema.
¡Oh Dios! eterno Dios siempre soñado,
siempre soñado, que jamás te vimos:
¿no te duele el estado
fatal en que vivimos? (...)

Rubén Darío.
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