viernes, 19 de junio de 2009

Eco y yo

Eco, divina y desnuda
como diamante del agua,
mi musa estos versos fragua
y necesita tu ayuda,
pues sola, peligros teme.
-¡Heme!
-Tuve en momentos distantes,
antes,
que amar los dulces cabellos
bellos
de la ilusión que primera
era
en mi alcázar andaluz,
luz;
en mi palacio de moro,
oro;en mi mansión dolorosa,
rosa,
Se apagó como una estrella
ella.
Deja, pues, que me contriste.
-¡Triste!
¡Se fue el instante oportuno!
-¡Tuno!...
-Por qué, si era yo suave
ave,
que sobre el haz de tierra
yerra
y el reposo de la rama
ama?
Guiome por varios senderos
Eros,
mas no se portó bien
en
esquivarme los risueños
sueños,
que hubiera dado a mi vida
ida,
menos crueles mordeduras
duras.
Mas hoy el duelo aún me acosa.
-¡Osa!
-¡Osar, si el dolor revuela!
-¡Vuela!-Tu vos ya no me convence.
-Vence.
-¡La suerte errar me demanda!
-Anda.
-Mas ilusión las simientes...
-¡Mientes!
-¿Y ante la desesperanza?
-Esperanza.
Y hacia el vasto porvenir
ir.
-Tu acento es bravo, aunque seco,
eco.
Sigo, pues, mi rumbo, errante,
ante
los ojos de las rosadas
hadas.
Gusté de Amor hidromieles
mieles;
probé de Horacio divino,
vino;
entretejí en mis delirios
lirios.
Los fatal con sus ardientes
dientes
apretó en mi conmovida
vida;
mas me libro en toda parte
arte
do va mi gala suprema.
-Rema.
-Un blando mar se consigue.
-Sigue.
-La aurora rosas reparte
-¡Parte!
¡Y a la ola que te admira
mira,
a la sirena que encanta
canta!

Rubén Darío.
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