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YERMA. (Como soñando.)
¡Ay qué prado de pena!
¡Ay qué puerta cerrada a la hermosura,
que pido un hijo que sufrir y el aire
me ofrece dalias de dormida luna!
Estos dos manantiales que yo tengo
de leche tibia, son en la espesura
de mi carne, dos pulsos de caballo,
que hacen latir la rama de mi angustia.
¡Ay pechos ciegos bajo mi vestido!
¡Ay palomas sin ojos ni blancura!
¡Ay qué dolor de sangre prisionera
me está clavando avispas en la nuca!
Pero tú has de venir, ¡amor!, mi niño,
porque el agua da sal, la tierra fruta,
y nuestro vientre guarda tiernos hijos
como la nube lleva dulce lluvia.
Federico García Lorca, Yerma, acto II.
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Es la segunda vez, y en dos días consecutivos, que buscando una canción de Paco Ibáñez, y posteriormente el poema y el autor sobre el que está basada la canción, me encuentro con su página. Parece como si los astros se hubieran puesto de acuerdo.
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