domingo, 30 de agosto de 2009

Herdoilarena




Herdoilaren tristeziarekin batera
ziutate honen soinekoa udazkenetan lanbroa da
eta bere sabaia laino baso bat
non bizi del ilargiaren badaezpadako agonia
eta kalatxorien argi urdinskak
murrail erraldoiaren begi gauero
zubi zaharrenetatik
hibaiari so berripaper saltzailea
hitz ezezagunen hiztegi bati bezala
bus txofer batzu boxeolari hilaz mintzatzen
apatridak bailiran trenak
memoria karrilen fatalitatean galduz
denboraren oihal xinglea arratsezkoa soilik
arrabita baldarren nostalgia kantoietan
eta haruntzago, moskorrak
kalegarbitzaileren beilegi bizia
beste zubi bat, prostitutak.

Bernardo Atxaga, Etiopia



LA CIUDAD

La ciudad toma los deshilachados vestidos del otoño;
La llovizna y la tristeza de la herrumbre
son sus cintas y sus velos,
y la luna muere
al huir entre la niebla baja como un mirlo
de cabeza bermeja entre los remolinos de la nieve;
Y desde el viejo puente (allí desembarcaban,
hace mucho tiempo los embajadores flamencos),
la vendedora de periódicos mira al río
como a un diccionario de voces escondidas;
Y la luz de las cocinas proletarias abre boquetes
en la gran muralla, los mendigos amontonan cartones
que las gaviotas hubieran deseado para sus nidos;
los trenes pierden la memoria ante la fatalidad
de los raíles, parten como apátridas.
Y un poco más allá, los focos de la estación,
los borrachos, el amarillo chillón de los barrenderos,
otro puente, prostitutas, esto se acaba.
Junto al parque, los taxistas hablando del boxeador muerto,
que murió como mueren el rabel y los cantantes callejeros.
El tiempo es un brocado frágil,
hecho de atardeceres siempre sombríos.

Versión del autor.

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