sábado, 4 de julio de 2009

Romance satírico















Pues me hacéis casamentero,
Ángela de Mondragón,
escuchad de vuestro esposo,
las grandezas y el valor.
Él es un médico honrado,
por la gracia del Señor,
que tiene muy buenas letras
en el cambio, y el bolsón.
Quien os lo pintó cobarde
no lo conoce, y mintió,
que ha muerto más hombres vivos
que mató el Cid Campeador.
En entrando en una casa
tiene tal reputación,
que luego dicen los niños:
Dios perdone al que murió.
Y con ser todos mortales
los médicos, pienso yo
que son todos venïales
comparados al doctor.
Al caminante en los pueblos
se le pide información,
temiéndole más que a peste,
de si le conoce, o no.
De médicos semejantes
hace el rey, nuestro señor,
bombardas a sus castillos,
mosquetes a su escuadrón.
Si a alguno cura y no muere,
piensa que resucitó,
y por milagro le ofrece
la mortaja y el cordón.
Si acaso estando en su casa
oye dar algún clamor,
tomando papel y tinta,
escribe: "ante mí pasó".
No se le ha muerto ninguno
de los que cura hasta hoy,
porque antes que se mueran
los mata sin confesión.
De envidia de los verdugos
maldice al corregidor,
que sobre los ahorcados
no le quiere dar pensión.
Piensan que es la muerte algunos;
otros, viendo su rigor,
le llaman el día del juicio,
pues es total perdición.
No come por engordar,
ni por el dulce sabor,
sino por matar la hambre,
que es matar su inclinación.
Por matar mata las luces,
y si no le alumbra el sol,
como murciélagos viven
a la sombra de un rincón.
Su mula, aunque no está muerta,
no penséis que se escapó,
que está matada de suerte,
que le viene a ser peor.
En que se ve tan famoso,
y en tan buena estimación,
atento a vuestra belleza,
se ha enamorado de vos.
No pide le deis más dote
de ver que matéis de amor,
que en matando de algún modo,
para en uno sois los dos.
Casaos con él, y jamás
de viuda tendréis pasión,
que nunca la misma muerte
se oyó decir que murió.
Si lo hacéis, a Dios le ruego
que gocéis con bendición;
pero si no, que nos libre
de conocer al doctor.

Francisco de Quevedo

viernes, 3 de julio de 2009

Romance de Gerineldo

—Gerineldo, Gerineldo, paje del rey más querido,
quién te tuviera esta noche en mi jardín florecido.
Válgame Dios, Gerineldo, cuerpo que tienes tan lindo.
—Como soy vuestro criado, señora, burláis conmigo.
—No me burlo, Gerineldo, que de veras te lo digo.
—¿Y cuándo, señora mía, cumpliréis lo prometido?
—Entre las doce y la una que el rey estará dormido.
Media noche ya es pasada. Gerineldo no ha venido.
«¡Oh, malhaya, Gerineldo, quien amor puso contigo!»
—Abráisme, la mi señora, abráisme, cuerpo garrido.
—¿Quién a mi estancia se atreve, quién llama así a mi postigo?
—No os turbéis, señora mía, que soy vuestro dulce amigo.
Tomáralo por la mano y en el lecho lo ha metido;
entre juegos y deleites la noche se les ha ido,
y allá hacia el amanecer los dos se duermen vencidos.
Despertado había el rey de un sueño despavorido.
«O me roban a la infanta o traicionan el castillo.»
Aprisa llama a su paje pidiéndole los vestidos:
«¡Gerineldo, Gerineldo, el mi paje más querido!»
Tres veces le había llamado, ninguna le ha respondido.
Puso la espada en la cinta, adonde la infanta ha ido;
vio a su hija, vio a su paje como mujer y marido.
«¿Mataré yo a Gerineldo, a quien crié desde niño?
Pues si matare a la infanta, mi reino queda perdido.
Pondré mi espada por medio, que me sirva de testigo.»
Y salióse hacia el jardín sin ser de nadie sentido.
Rebullíase la infanta tres horas ya el sol salido;
con el frior de la espada la dama se ha estremecido.
—Levántate, Gerineldo, levántate, dueño mío,
la espada del rey mi padre entre los dos ha dormido.
—¿Y adónde iré, mi señora, que del rey no sea visto?
—Vete por ese jardín cogiendo rosas y lirios;
pesares que te vinieren yo los partiré contigo.
—¿Dónde vienes, Gerineldo, tan mustio y descolorido?
—Vengo del jardín, buen rey, por ver cómo ha florecido;
la fragancia de una rosa la color me ha devaído.
—De esa rosa que has cortado mi espada será testigo.
—Matadme, señor, matadme, bien lo tengo merecido.
Ellos en estas razones, la infanta a su padre vino:
—Rey y señor, no le mates, mas dámelo por marido.
O si lo quieres matar la muerte será conmigo.




La versión cantada es diferente de la que arriba aparece.

La vida es sueño



Descúbrese SEGISMUNDO con una cadena y la luz vestido de
pieles

SEGISMUNDO:¡Ay mísero de mí, y ay infelice!
Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo.
Aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido;
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
--dejando a una parte, cielos,
el delito del nacer--,
¿qué más os pude ofender,
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que no yo gocé jamás?
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma,
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que dejan en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
--gracias al docto pincel--,
cuando, atrevido y crüel,
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas bajel de escamas
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?
Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huída;
¿y teniendo yo más vida,
tengo menos libertad?
En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón
negar a los hombres sabe
privilegios tan süave
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?

ROSAURA: Temor y piedad en mí
sus razones han causado.
SEGISMUNDO:¿Quién mis voces ha escuchado?
¿Es Clotaldo?
CLARÍN: Di que sí.
ROSAURA: No es sino un triste, ¡ay de mí!,
que en estas bóvedas frías
oyó tus melancolías.
SEGISMUNDO:Pues la muerte te daré
porque no sepas que sé
que sabes flaquezas mías.
Sólo porque me has oído,
entre mis membrudos brazos
te tengo de hacer pedazos.
CLARÍN: Yo soy sordo, y no he podido
escucharte.
ROSAURA: Si has nacido
humano, baste el postrarme
a tus pies para librarme.
SEGISMUNDO:Tu voz pudo enternecerme,
tu presencia suspenderme,
y tu respeto turbarme.
¿Quién eres? Que aunque yo aquí
tan poco del mundo sé,
que cuna y sepulcro fue
esta torre para mí;
y aunque desde que nací
--si esto es nacer-- sólo advierto
eres rústico desierto
donde miserable vivo,
siendo un esqueleto vivo,
siendo un animado muerte.
Y aunque nunca vi ni hablé
sino a un hombre solamente
que aquí mis desdichas siente,
por quien las noticias sé
del cielo y tierra; y aunque
aquí, por que más te asombres
y monstruo humano me nombres,
este asombros y quimeras,
soy un hombre de las fieras
y una fiera de los hombres.
Y aunque en desdichas tan graves,
la política he estudiado,
de los brutos enseñado,
advertido de las aves,
y de los astros süaves
los círculos he medido,
tú sólo, tú has suspendido
la pasión a mis enojos,
la suspensión a mis ojos,
la admiración al oído.
Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más,
aun más mirarte deseo.
Ojos hidrópicos creo
que mis ojos deben ser;
pues cuando es muerte el beber,
beben más, y de esta suerte,
viendo que el ver me da muerte,
estoy muriendo por ver.
Pero véate yo y muera;
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da,
el no verte ¿qué me diera?
Fuera más que muerte fiera,
ira, rabia y dolor fuerte
fuera vida. De esta suerte
su rigor he ponderado,
pues dar vida a una desdichado
es dar a un dichoso muerte.

Calderón de la Barca, La vida es sueño, Acto I.

Canción de la Vida Profunda

.
Hay días en que somos tan móviles, tan móviles,
como las leves briznas al viento y al azar.
Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonría.
La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar.

Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles,
como en abril el campo, que tiembla de pasión:
bajo el influjo próvido de espirituales lluvias,
el alma está brotando florestas de ilusión.

Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos,
como la entraña obscura de oscuro pedernal:
la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas,
en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal.

Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos...
(¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!)
que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza,
y hasta las propias penas nos hacen sonreír.

Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos,
que nos depara en vano su carne la mujer:
tras de ceñir un talle y acariciar un seno,
la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer.

Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres,
como en las noches lúgubres el llanto del pinar.
El alma gime entonces bajo el dolor del mundo,
y acaso ni Dios mismo nos puede consolar.

Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día...
en que levamos anclas para jamás volver...
Un día en que discurren vientos ineluctables
¡un día en que ya nadie nos puede retener!

Porfirio Barba Jacob

Martín Fierro




I

Aquí me pongo a cantar
Al compás de la vigüela
Que al hombre que lo desvela
Una pena estrordinaria,
Como la ave solitaria
Con el cantar se consuela.

(...)




Yo no tengo en el amor
Quien me venga con querellas;
Como esas aves tan bellas
Que saltan de rama en rama;
Yo hago en el trébol mi cama
Y me cubren las estrellas.

(...)

Ansí me hallaba una noche
Contemplando las estrellas,
Que no parecen más bellas
Cuanto uno es más desgraciao,
Y que Dios las haiga criao
Para consolarse en ellas.

(...)

Mi Gloria es vivir tan libre
Como el pájaro del cielo,
No hago nido en este suelo
Ande hay tanto que sufrir;
Y naides me ha de seguir
Cuando yo remonte el vuelo.

(...)

José Hernández.


Las coplas seleccionadas arriba son las que canta Soledad Bravo.



Impossível

Disseram-me hoje, assim, ao ver-me triste:
“Parece Sexta-Feira de Paixão.
Sempre a cismar, cismar de olhos no chão,
Sempre a pensar na dor que não existe…

O que é que tem?! Tão nova e sempre triste!
Faça por estar contente! Pois então?!…”
Quando se sofre, o que se diz é vão…
Meu coração, tudo, calado, ouviste…

Os meus males ninguém mos adivinha…
A minha Dor não fala, anda sozinha…
Dissesse ela o que sente! Ai quem me dera!…

Os males de Anto toda a gente os sabe!
Os meus …ninguém… A minha Dor não cabe
Em cem milhões de versos que eu fizera!…

Florbela Espanca.



IMPOSIBLE

Alguien me dijo ayer, al verme triste:
pareces como un viernes de pasión,
siempre escarbar heridas sin cerrar,
siempre rumiar dolor que ya no existe.

¿Qué es lo que tienes, que andas siempre triste?
Debiera estar contenta y no pensar;
cuando se sufre aconsejar da igual
si el corazón no acierta ni a olvidar.

Si los males ninguno me adivina,
de dolor que griten las esquinas,
quién sabe lo que siente, ay, quién supiera!

Los males de él, que todo el mundo sabe,
los míos ninguno y mi dolor no cabe
ni en cien millones de versos que le hiciera.


Por qué cantamos




Si cada hora viene con su muerte
si el tiempo es una cueva de ladrones
los aires ya no son los Buenos Aires
la vida nada más que un blanco móvil

usted preguntará por qué cantamos

si nuestros bravos quedaron sin abrazo
la patria se nos muere de tristeza
y el corazón del hombre se hizo añicos
antes aún que explotara la verguenza.

usted preguntará por qué cantamos

si estamos lejos como un horizonte
si allá quedaron árboles y cielo
si cada noche es siempre alguna ausencia
y cada despertar un desencuentro

usted preguntará por qué cantamos.

Cantamos porque el río esta sonando
y cuando suena el río suena el río
cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino

cantamos porque el niño y porque todo
y por qué algún futuro y porque el pueblo
cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos.

cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto ni la bronca
cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.

cantamos porque el sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta.

cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida
y porque no podemos ni queremos
dejar que la canción se haga ceniza.


Canta Valeria Lynch

Defensa de la alegría

.

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del caos y las pesadillas
de la ajada miseria y los miserables
de las ausencias breves y las definitivas

defender la alegría como un atributo
defenderla del pasmo y las anestesias
de los pocos neutrales y de los muchos neutrones
de los graves diagnósticos y de las escopetas

defender la alegría como un estandarte
defenderla del rayo y la melancolía
de los males endémicos y de los académicos
del rufián caballero y del oportunista

defender la alegría como una certidumbre
defenderla a pesar de dios y de la muerte
de los parcos suicidas y de los homicidas
y del dolor de estar absurdamente alegres

defender la alegría como algo inevitable
defenderla del mar y de las lágrimas tibias
de las buenas costumbres y de los apellidos
del azar y también
también de la alegría

Mario Benedetti.





jueves, 2 de julio de 2009

Cuando pienso en los viejos amigos



Cuando pienso en los viejos amigos que se han ido
De mi vida, pactando con terribles mujeres
Que alimentan su miedo y los cubren de hijos
Para tenerlos cerca, controlados e inermes.

Cuando pienso en los viejos amigos que se fueron
Al país de la muerte, sin billete de vuelta,
Solo porque buscaron, el placer en los cuerpos
Y el olvido en las drogas que alivian la tristeza.

Cuando pienso en los viejos amigos que, en el fondo
Del mar de la memoria, me ofrecieron un día
La extraña sensación de no sentirme solo
Y la complicidad de una franca sonrisa...

Luis Alberto de Cuenca



La lechera

Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte:
¡yo sí que estoy contenta con mi suerte!
Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre la ofrecía
inocentes ideas de contento,

Marchaba sola la feliz lechera,
y decía entre sí de esta manera:
«esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida,
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodeen cantando el pío, pío.

Del importe logrado
de tanto pollo mercaré un cochino;
con bellota, salvado,
berza, castaña, engordará sin tino;
tanto, que puede ser que yo consiga
ver cómo se le arrastra la barriga.

Llevarélo al mercado;
sacaré de él sin duda buen dinero:
compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que salte y corra toda la compaña,
hasta el monte cercano a la cabaña.»

Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera,
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
adiós leche, adiós huevos,
adiós dinero, adiós lechón,
adiós, vaca y ternero.
¡oh loca fantasía,
que palacios fabricas en el viento!

Modera tu alegría;
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.
no seas ambiciosa
de mejor o más próspera fortuna;
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.

No anheles impaciente el bien futuro;
mira que ni el presente está seguro.

Félix María de Samaniego.

Milonga de don Nicanor Paredes



Venga un rasgueo y ahora,
Con el permiso de ustedes,
Le estoy cantando, señores,
A don Nicanor Paredes.

No lo vi rígido y muerto
Ni siquiera lo vi enfermo;
Lo veo con paso firme
Pisar su feudo, Palermo.

El bigote un poco gris
Pero en los ojos el brillo
Y cerca del corazón
El bultito del cuchillo.

El cuchillo de esa muerte
De la que no le gustaba
Hablar; alguna desgracia
De cuadreras o de taba.

De atrio, más bien. Fue caudillo,
Si no me marra la cuenta,
Allá por los tiempos bravos
Del ochocientos noventa.

Lacia y dura la melena
Y aquel empaque de toro;
La chalina sobre el hombro
Y el rumboso anillo de oro.

Entre sus hombres había
Muchos de valor sereno;
Juan Muraña y aquel Suárez
Apellidado el Chileno.

Cuando entre esa gente mala
Se arma algún entrevero
Él lo paraba de golpe,
De un grito o con el talero.

Varón de ánimo parejo
En la buena o en la mala;
“En casa de jabonero
El que no se cae se refala.”

Sabía contar sucedidos,
Al compás de la vihuela,
De las casas de Junín
Y de las carpas de Adela.

Ahora está muerto y con él
Cuánta memoria se apaga
De aquel Palermo perdido
Del baldío y de la daga.

Ahora está muerto y me digo:
¿Qué hará usted, don Nicanor,
En un cielo sin caballos
Ni envido, retruco y flor?

Jorge Luis Borges.

El arpa - Rima VII




Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueño tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
como el pájaro duerme en la rama
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz, como Lázaro, espera
que le diga: “Levántate y anda”!

Gustavo Adolfo Bécquer.

La vida que yo veo





La vida que yo veo
anhela los extremos confines,
el Desierto, la Selva, y nada más.

Veo que Setiembre,
el de los Rojos Helechales,
deplora su materia;
que hubiera preferido ser
sólo Nieve, Inmensidad y Lobos

Veo que el Sol
sueña con la pura luz
y que la Noche
añora los tiempos primordiales,
cuando todo era noche.

Miro también a mi corazón,
y descubro que sus deseos
se resumen, desgraciadamente,
en dos palabras:
la palabra Siempre,
la palabra Nunca.

Bernardo Atxaga

Plenos poderes



A puro sol escribo, a plena calle,
a pleno mar, en donde puedo canto,
sólo la noche errante me detiene
pero en su interrupción recojo espacio,
recojo sombra para mucho tiempo.
El trigo negro de la noche crece
mientras mis ojos miden la pradera
y así de sol a sol hago las llaves:
busco en la oscuridad las cerraduras
y voy abriendo al mar las puertas rota
hasta llenar armarios con espuma.
Y no me canso de ir y de volver;
no me para la muerte con su piedra,
no me canso de ser y de no ser.
A veces me pregunto si de donde
si de padre o de madre o cordillera
heredé los deberes minerales,
los hilos de un océano encendido
y sé que sigo y sigo porque sigo
y canto porque canto y porque canto.
No tiene explicación lo que acontece
cuando cierro los ojos y circulo
como entre dos canales submarinos,
uno a morir me lleva en su ramaje
y el otro canta para que yo cante.
Así pues de no ser estoy compuesto
y como el mar asalta el arrecife
con cápsulas saladas de blancura
y retrata la piedra con la ola,
así lo que en la muerte me rodea
abre en mí la ventana de la vida
y en pleno paroxismo estoy durmiendo.
A plena luz camino por la sombra.

Pablo Neruda

miércoles, 1 de julio de 2009

Así estoy yo sin ti



Extraño como un pato en el Manzanares,
torpe como un suicida sin vocación,
absurdo como un belga por soleares,
vacío como una isla sin Robinson,

oscuro como un túnel sin tren expreso,
negro como los ángeles de Machín,
febril como la carta de amor de un preso...,
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Perdido como un quinto en día de permiso,
como un santo sin paraíso,
como el ojo del maniquí,
huraño como un dandy con lamparones,
como un barco sin polizones...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Vencido como un viejo que pierde al tute,
lascivo como el beso del coronel,
furtivo como el Lute cuando era el Lute,
inquieto como un párroco en un burdel,

errante como un taxi por el desierto,
quemado como el cielo de Chernovil,
solo como un poeta en el aeropuerto...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Inútil como un sello por triplicado,
como el semen de los ahorcados,
como el libro del porvenir,
violento como un niño sin cumpleaños,
como el perfume del desengaño...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Amargo como el vino del exiliado,
como el domingo del jubilado,
como una boda por lo civil,
macabro como el vientre de los misiles,
como un pájaro en un desfile...,
así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Más triste que un torero
al otro lado del telón de acero.
Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

Joaquín Sabina

Ajedrez



I

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.


(Vicente Monera musicaliza el primer soneto del ajedrez borgiano.)

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

Jorge Luis Borges






Recita Borges.

Milonga de Manuel Flórez



Manuel Flórez va a morir.
Eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.

Y sin embargo me duele
decirle adiós a la vida,
esa cosa tan de siempre,
tan dulce y tan conocida.

Miro en el alba mis manos,
miro en las manos las venas;
con extrañeza las miro
como si fueran ajenas.

Vendrán los cuatro balazos
y con los cuatro el olvido;
lo dijo el sabio Merlín:
morir es haber nacido.

¡Cuánta cosa en su camino
estos ojos habrán visto!
Quién sabe lo que verán
después que me juzgue Cristo.

Manuel Flórez va a morir.
Eso es moneda corriente;
morir es una costumbre
que sabe tener la gente.

Jorge Luis Borges.

Milonga de los dos hermanos



Traiga cuentos la guitarra
de cuando el fierro brillaba,
cuentos de truco y de taba,
de cuadreras y de copas,
cuentos de la Costa Brava
y el Camino de las Tropas.

Venga una historia de ayer
que apreciarán los más lerdos;
el destino no hace acuerdos
y nadie se lo reproche
ya estoy viendo que esta noche
vienen del Sur los recuerdos,
velay, señores, la historia
de los hermanos Iberra,
hombres de amor y de guerra.

Y en el peligro primeros,
la flor de los cuchilleros
y ahora los tapa la tierra.
suelen al hombre perder
la soberbia o la codicia;
también el coraje envicia
a quien le da noche y día
el que era menor debía
más muertes a la justicia.

Cuando Juan Iberra vió
que el menor lo aventajaba,
la paciencia se le acaba
y le armó no sé que lazo
le dio muerte de un balazo,
allá por la Costa Brava.

Sin demora y sin apuro
lo fue tendiendo en la vía
para que el tren lo pisara.
el tren lo dejó sin cara,
que es lo que el mayor quería.

Así de manera fiel
conté la historia hasta el fin;
es la historia de Caín
que sigue matando a Abel.

Jorge Luis Borges.


Recitado.


Recitado


Cantado. Composición: Guastavino. Mediocre calidad de grabación.

Milonga de Jacinto Chiclana



Me acuerdo. Fue en Balvanera,
En una noche lejana
Que alguien dejó caer el nombre
De un tal Jacinto Chiclana.

Algo se dijo también
De una esquina y de un cuchillo;
Los años nos dejan ver
El entrevero y el brillo.

Quién sabe por qué razón
Me anda buscando ese nombre;
Me gustaría saber
Cómo habrá sido aquel hombre.

Alto lo veo y cabal,
Con el alma comedida,
Capaz de no alzar la voz
Y de jugarse la vida.

Nadie con paso más firme
Habrá pisado la tierra;
Nadie habrá habido como él
En el amor y en la guerra.

Sobre la huerta y el patio
Las torres de Balvanera
Y aquella muerte casual
En una esquina cualquiera.

No veo los rasgos. Veo,
Bajo el farol amarillo,
El choque de hombres o sombras
Y esa víbora, el cuchillo.

Acaso en aquel momento
En que le entraba la herida,
Pensó que a un varón le cuadra
No demorar la partida.

Sólo Dios puede saber
La laya fiel de aquel hombre;
Señores, yo estoy cantando
Lo que se cifra en el nombre.

Entre las cosas hay una
De la que no se arrepiente
Nadie en la tierra. Esa cosa
Es haber sido valiente.

Siempre el coraje es mejor,
La esperanza nunca es vana,
Vaya pues esta milonga
Para Jacinto Chiclana.


Jorge Luis Borges









Recitado


Sola la guitarra. Piazzola.

Cuando aprieta el frío



Viajero que regresas
a esa ciudad del norte
donde una dulce nieve
empapa la razón,
donde llegan los barcos
cargados de preguntas
a muelles laboriosos
como mi corazón,
háblale de mi vida,
las autopistas negras
que atraviesan volando
mi terca soledad,
esa gente que pasa
por la calle, llevando
mi pensamiento al otro lado
de la ciudad...

Cuando de ella y de mí
queden sólo estos versos,
los hoteles que un día
quisimos compartir,
los coches aparcados
sobre nuestro recuerdo,
la Glorieta de Atocha
donde la conocí,
dile que estoy parado
al final de mí mismo
igual que un aduanero
sin nadie a quien multar,
como un autoestopista
debajo de la lluvia,
como la menopausia
de una mujer fatal.

Y dile que la echo de menos,
cuando aprieta el frío,
cuando nada es mío,
cuando el mundo es sórdido y ajeno.
Que no se te olvide.
Es de esas que dan
siempre un poco más
que todo... y nada piden.

Cuéntale que la extraño
y que me siento seco
igual que un presidente
dentro del autobús,
como una Kawasaki
en un cuadro del Greco,
Igual que un perro a cuadros,
igual que un gato azul.

Y dile que la echo de menos
cuando aprieta el frío,
cuando nada es mío,
cuando el mundo es sórdido y ajeno.
Que no se te olvide.
Es de esas que dan
siempre un poco más
que todo... y nada piden.

Benjamín Prado