ANDENES
Te gusta llegar a la estación cuando el reloj de pared tictaquea, tictaquea en la oficina del jefe-estación. Cuando la tarde cierra sus párpados de viajera fatigada y los rieles ya se pierden bajo el hollín de la oscuridad.
Te gusta quedarte en la estación desierta cuando no puedes abolir la memoria, como las nubes de vapor los contornos de las locomotoras, y te gusta ver pasar el viento que silba como un vagabundo aburrido de caminar sobre los rieles.
Tictaqueo del reloj. Ves de nuevo los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste, el pueblo donde querías llegar como el niño el día de su cumpleaños y los viajes de vuelta de vacaciones cuando eras -para los parientes que te esperaban- sólo un alumno fracasado con olor a cerveza.
Tictaqueo del reloj. El jefe-estación juega un solitario. El reloj sigue diciendo que la noche es el único tren que puede llegar a este pueblo, y a ti te gusta estar inmóvil escuchándolo mientras el hollín de la oscuridad hace desaparecer los durmientes de la vía.
De El árbol de la memoria,1961 También en: Los dominios perdidos, 1992. Versión corregida aquí consignada.
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