lunes, 23 de noviembre de 2009

Vengo del sur




Nací para cantar estas tristezas,
meter la luz entre las alimañas,
recorrer la impudicia con un rayo,
tocar las cicatrices inhumanas.
Americano soy de padre y madre,
nací de las cenizas araucanas,
pues cuando el invasor buscaba el oro
fuego y dolor le adelantó mi patria.
En otras cierras se vestía de oro;
allí el conquistador no conquistaba;
el insaciable Pedro de Valdivia
encontró en mi país lo que buscaba:
debajo de un canelo terminó
con oro derretido en la garganta.
Yo represento tribus que cayeron
defendiendo banderas bienamadas
y no quedó sino silencio y lluvia
después del esplendor de sus batallas,
pero yo continúo sus acciones
y por toda la tierra americana
sacudo los dolores de mis pueblos,
incito la raíz de sus espadas,
acaricio el recuerdo de los héroes,
riego las subterráneas esperanzas,
porque, de qué me serviría el canto,
el don de la belleza y la palabra
si no sirvieran para que mi pueblo
conmigo combatiera y caminara?
Y voy por las Américas oscuras,
enciendo las espigas y las lámparas,
me niegan pasaporte los tiranos
porque mi poesía los espanta:
si me cierran la puerta con cerrojos,
llego, como la luz, por las ventanas,
si incendian contra mí los territorios
voy por los ríos y entro con el agua,
baja mi poesía hasta el cárcel
a conversar con el que me esperaba,
con el oculto estoy contando estrellas
toda la noche, y parto en la mañana:
arrecifes del mar no me detienen:
las ametralladoras no me atajan:
mi poesía tiene ojos de aurora,
puños de piedras y corazón con alas.
Cuando me reconocen en la calle,
en terrenos de cobre o de cebada,
desde trenes que cruzan por el campo
en plantaciones de dulzura amarga,
si me saludan en remotos puertos
o en infernales minas subterráneas
es porque allí pasó mi poesía
con su rueda de amor y de venganza
a establecer la claridad de! mundo
y dar la luz a los que la esperaban
y a acercar la victoria a los que lucha
y a dar la tierra a los que la trabajan.


Pablo Neruda.



Astro - Casa




Astro

El libro
Y la puerta
Que el viento cierra

Mi cabeza inclinada
Sobre la sombra del humo

Y esta página blanca que se aleja

Escucha el ruido de las tardes vivas
Reloj del horizonte

Bajo la niebla envejecida
Se dirá un astro de resorte

Mi alcoba tiembla como un barco

Pero eres tú

Tú sola
El astro de mi plafón

Yo miro tu recuerdo náufrago

Y aquel pájaro ingenuo
Bebiendo el agua del espejo.






Casa

Sobre la mesa
El abanico tierno
Un pájaro muerto en pleno vuelo

La casa de enfrente
blanca de yeso y nieve

En el jardín ignorado
Alguien pasea
Y un ángel equivocado
Se ha dormido sobre el humo de la chimenea

Para seguir el camino
Hay que recomenzar

Quién Escondió Las Llaves
Había tantas cosas que no pude contar.


Vicente Huidobro.

Oda al hombre sencillo



Voy a contarte en secreto
quién soy yo,
así, en voz alta,
me dirás quién eres
(quiero saber quién eres)
cuánto ganas, en qué taller trabajas,
en qué mina,
en qué farmacia,
tengo una obligación
terrible
y es saberlo,
saberlo todo:
día y noche saber cómo te llamas,
ése es mi oficio,
conocer una vida
no es bastante
ni conocer
todas las vidas
es necesario,
verás,
hay que desentrañar,
rascar a fondo
y como en una tela
las líneas ocultaron,
con el color, la trama
del tejido,
yo borro los colores
y busco hasta encontrar
el tejido profundo,
así también encuentro
la unidad de los hombres,
y en el pan busco
más allá de la forma.
Me gusta el pan,
lo muerdo,
y entonces
veo el trigo,
los trigales tempranos,
la verde forma
de la primavera,
las raíces, el agua,
por eso
más allá del pan,
veo la tierra,
la unidad de la tierra,
el agua,
el hombre,
y así todo lo pruebo
buscándote
en todo,
ando, nado, navego,
hasta encontrarte,
y entonces te pregunto
cómo te llamas,
calle y número,
para que tú recibas
mis cartas,
para que yo te diga
quién soy y cuánto gano,
dónde vivo,
y cómo era mi padre.
Ves tú qué simple soy,
qué simple eres,
no se trata
de nada complicado.
Yo trabajo contigo,
tú vives, vas y vienes
de un lado a otro,
es muy sencillo,
eres la vida,
eres tan transparente
como el agua,
y así soy yo,
mi obligación es ésa:
ser transparente,
cada día
me educo,
cada día me peino
pensando como piensas,
y ando
como tú andas,
como, como tú comes,
tengo en mis brazos
a mi amor
como a tu novia tú,
y entonces
cuando esto
está probado,
cuando somos iguales,
escribo,
escribo con tu vida
y con la mía,
con tu amor y los míos,
con todos tus dolores
y entonces
ya somos diferentes
porque, mi mano
en tu hombro,
como viejos amigos
te digo en las orejas:
no sufras,
ya llega el día,
ven, ven conmigo,
ven con todos
los que a ti se parecen,
los más sencillos.
Ven, no sufras,
ven conmigo,
porque aunque
no lo sepas,
eso yo sí lo sé:
yo sé hacia dónde vamos,
y es ésta la palabra:
no sufras
porque ganaremos,
ganaremos nosotros,
los más sencillos
ganaremos,
aunque tú no lo creas,

ganaremos.


Pablo Neruda.

Todas íbamos a ser reinas



Todas íbamos a ser reinas,
de cuatro reinos sobre el mar:
Rosalía con Efigenia
y Lucila con Soledad.


En el valle de Elqui, ceñido
de cien montañas o de más,
que como ofrendas o tributos
arden en rojo y azafrán.


Lo decíamos embriagadas,
y lo tuvimos por verdad,
que seríamos todas reinas
y llegaríamos al mar.


Con las trenzas de los siete años,
y batas claras de percal,
persiguiendo tordos huidos
en la sombra del higueral.


De los cuatro reinos, decíamos,
indudables como el Korán,
que por grandes y por cabales
alcanzarían hasta el mar.


Cuatro esposos desposarían,
por el tiempo de desposar,
y eran reyes y cantadores
como David, rey de Judá.


Y de ser grandes nuestros reinos,
ellos tendrían, sin faltar,
mares verdes, mares de algas,
y el ave loca del faisán.


Y de tener todos los frutos,
árbol de leche, árbol del pan,
el guayacán no cortaríamos
ni morderíamos metal.


Todas íbamos a ser reinas,
y de verídico reinar;
pero ninguna ha sido reina
ni en Arauco ni en Copán...


Rosalía besó marino
ya desposado con el mar,
y al besador, en las Guaitecas,
se lo comió la tempestad.


Soledad crió siete hermanos
y su sangre dejó en su pan,
y sus ojos quedaron negros
de no haber visto nunca el mar.


En las viñas de Montegrande,
con su puro seno candeal,
mece los hijos de otras reinas
y los suyos nunca-jamás.


Efigenia cruzó extranjero
en las rutas, y sin hablar,
le siguió, sin saberle nombre,
porque el hombre parece el mar.


Y Lucila, que hablaba a río,
a montaña y cañaveral,
en las lunas de la locura
recibió reino de verdad.


En las nubes contó diez hijos
y en los salares su reinar,
en los ríos ha visto esposos
y su manto en la tempestad.


Pero en el valle de Elqui, donde
son cien montañas o son más,
cantan las otras que vinieron
y las que vienen cantarán:


-"En la tierra seremos reinas,
y de verídico reinar,
y siendo grandes nuestros reinos,
llegaremos todas al mar."


Gabriela Mistral.



Gabriela en Chileparaniños

Copio aquí la nota de la autora que se añade al poema a la colección de la poesía completa de Gabriela Mistral recogida por la Universidad de Chile:

Esta imaginería tropical vivida en un valle caliente, aunque sea cordillerano, tenía su razón de ser. El hacendado don Adolfo Iribarren -Dios le dé bellas visiones en el cielo-, por una fantasía rara de hallar en hombre de sangre vasca, se había creado, en su casa de Montegrande, casi un parque medio botánico y zoológico. Allí me había yo de conocer el ciervo y la gacela, el pavo real, el faisán y muchos árboles exóticos, entre ellos el flamboyán de Puerto Rico, que él llamaba por su nombre verdadero de "árbol del fuego" y que de veras ardía en el florecer, no menos que la hoguera.

No bautizan con Ifigenia sino con Efigenia, en mis cerros de Elqui. A esto lo llaman disimilación los filólogos, y es operación que hace el pueblo, la mejor criatura verbal que Dios crió, quien avienta el vocablo de pronunciación forzada y pedante, por holgura de la lengua y agrado del oído.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Splendor in the grass



X

Then sing, ye Birds, sing, sing a joyous song!
And let the young Lambs bound
As to the tabor's sound!
We in thought will join your throng,
Ye that pipe and ye that play,
Ye that through your hearts to-day
Feel the gladness of the May!
What though the radiance which was once so bright
Be now for ever taken from my sight,
Though nothing can bring back the hour
Of splendour in the grass, of glory in the flower;
We will grieve not, rather find
Strength in what remains behind;

In the primal sympathy
Which having been must ever be;
In the soothing thoughts that spring
Out of human suffering;
In the faith that looks through death,
In years that bring the philosophic mind.

William Wordsworth,
"ODE ON INTIMATIONS OF IMMORTALITY FROM RECOLLECTIONS OF EARLY CHILDHOOD."
Click here to read the whole ode.


Two of the main scenes of Elia Kazan's film Splendour in the grass, the title comes from Wordsworth's Ode on Inmortality. Both scenes explain how the same text can have different meanings depending on the reader -even if that reader is supposed to be the same.

En español.

Nada puede devolvernos la hora
de esplendor en la hierba y gloria en la flor,
mas no hemos de sufrir: encontraremos
fuerza en lo que dejamos atrás,
en la primera simpatía
que habiendo sido habrá de ser por siempre...