sábado, 26 de enero de 2013

Poema social de guerra y muerte





Tened presente el hambre, recordad su pasado
Turbio de capataces que pagaban en plomo
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado
Con yugos en el alma, con golpes en el lomo

El hambre paseaba sus vacas exprimidas
Sus mujeres resecas, sus devoradas ubres
Sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
Frente a los comedores y los cuerpos salubres

No habéis querido oir con orejas abiertas
El llanto de millones de ninos jornaleros
Ladrabais cuando el hambre llamaba a vuestras puertas
A pedir con la boca de los mismos luceros

Se ejercita en la bestia y empuna la cuchara
Dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa
Entonces sólo veo sobre el mundo una piara
De tigres y en mis ojos la vision duele y pesa

Hambrientamente lucho yo, con todas mis brechas
Cicatrices y heridas, señales y recuerdos
Del hambre contra tantas barrigas satisfechas
Cerdos con un origen peor que el de los cerdos

Los años de abundancia, la saciedad, la hartura
Eran sólo de aquellos que se llamaban amos
Para que venga el pan justo a la dentadura
Del hambre de los pobres, aquí estoy, aquí estamos

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
Los que entienden la vida como un motín sangriento
Como los tiburones, voracidad y diente
Panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

(Miguel Hernandez), fragmento-

Madrigal de Gutierre de Cetina



Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.